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Entrevista al profesor Chiva Bartoll, ponente del X Congreso Nacional de Aprendizaje-Servicio Universitario
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El profesor de la Universitat Jaume I y director del Grupo ENDAVANT afirma que "el aprendizaje-servicio puede tener efectos sobre el alumnado, la comunidad y las propias asignaturas"
Las universidades de Las Palmas de Gran Canaria, La Laguna y de Educación a Distancia organizan conjuntamente el X Congreso Nacional y VI Internacional de Aprendizaje-Servicio Universitario, que se extenderá hasta el 9 de julio. El primer ponente ha sido Oscar Chiva Bartoll, profesor de la Universitat Jaume I de Castellón con gran experiencia en la aplicación e investigación de la metodología del Aprendizaje-Servicio (ApS), especialmente aplicada al ámbito físico-deportivo. En su opinión, este planteamiento pedagógico, eminentemente experiencial, “tiene efectos sobre el alumnado, sobre la comunidad con la que se interactúa y puede que también lo tenga sobre las propias asignaturas en las que se aplica”.
En la conferencia inaugural del congreso abordó cuál es el estado de la investigación sobre ApS en la actualidad, destacando que en España se ha pasado en una década de prácticamente no conocer el término a ser el segundo país con más publicaciones sobre la materia en la Web of Science, base de datos que recopila la producción científica en revistas de impacto. Eso sí, puntualiza: ser una potencia en investigación sobre esta metodología no implica serlo también en su aplicación práctica, ámbito en la que países como Chile o Argentina, por poner algunos ejemplo, quizá estén por delante.
El ApS es un enfoque metodológico mediante el cual el alumnado aprende contenidos de su materia a la vez que presta un servicio concreto dirigido a solucionar una problemática social o a atender las necesidades de algún colectivo en situación de vulnerabilidad. Por ello, los límites con el voluntariado y las prácticas curriculares pueden llegar a confundirse.
En este sentido, el experto matiza que el ApS es una metodología de enseñanza-aprendizaje aplicada en el contexto de una necesidad social, lo cual ya lo diferencia de las prácticas curriculares, que no tienen porqué tener esa orientación social. Además, todas las actividades sistematizadas mediante ApS deben ayudar a que el alumnado adquiera conocimientos curriculares concretos a través de procesos de experimentación y reflexión. En cambio, en el voluntariado puede existir aprendizaje, pero no tiene unos objetivos pedagógicos definidos a priori ni desarrollados tan metódicamente.
Chiva Bartoll utiliza su propia experiencia desarrollando acciones de ApS para explicar cómo ha evolucionado la investigación en la materia: “Inicialmente nos centrábamos en analizar efectos sobre el alumnado universitario, es decir, tratábamos de verificar que efectivamente nuestro alumnado aprendía en estas acciones, tanto a nivel de habilidades instrumentales y profesionales, como de aprendizajes relacionados con el desempeño social y la capacidad crítica”.
La segunda etapa consistió en comprobar si el ApS incorporaba también variables relativas a la construcción de la identidad personal y profesional del alumnado. “El ApS permite que el alumnado conozca situaciones de injusticia y vulnerabilidad social que pueden invitarle a redefinir su escala de valores y, en consecuencia, su identidad personal y profesional”, explica.
Llegados a este punto, el experto explica que la investigación ya ha dejado muy claro que con el ApS se aprende en diferentes dimensiones, por lo que actualmente se están comenzado a analizar los efectos sobre los colectivos receptores. “Muchas veces damos por hecho que, como estamos haciendo un servicio, ya tenemos impacto social de valor, pero muy poca gente lo ha medido con rigor. Estamos empezando a poner el foco en el significado que tiene esta experiencia para la comunidad”.
Relata igualmente que una de las ultimas publicaciones que ha desarrollado en colaboración con RIADIS (Red de Investigación en Aprendizaje-Servicio en Actividad Física y Deporte para la Inclusión Social) explica cómo el ApS puede llegar a cambiar la percepción que el propio alumnado tiene de la materia. Por ejemplo, en Educación Física persiste una tradición muy masculinizada y sexista, centrada en potenciar valores y contenidos como la competitividad y la condición física con los que no todo el alumnado se siente identificado necesariamente”. De este modo, reflexiona que esta cuestión se puede variar si se introduce este enfoque más social que ofrece el ApS, en el cual la motricidad puede experimentarse como motor para la cooperación social en lugar de abordarse desde el enfoque de la competitividad y el rendimiento físico.
El docente de la Universitat Jaume I explica que, actualmente, parecen diferenciarse dos vías para desarrollar acciones de ApS. La primera es la acción individual del profesorado que decide poner en marcha programas de ApS en las asignaturas que imparte. Por otra parte, existe una segunda orientación, cada vez más en boga, consistente en institucionalizar esta metodología. En este sentido, existen varias universidades que han creado oficinas de ApS para fomentar este tipo de acciones. “No tiene las mismas posibilidades el profesorado que lo aplica en su asignatura por su cuenta y riesgo, que quien cuenta con el respaldo de la institución universitaria, si bien esta opción se limita en ciertas ocasiones al trabajo de competencias transversales y genéricas”.